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Dos hombres... una misma traición (por Jorge Rial)

Dos hombres... una misma traición (por Jorge Rial)

Uno traiciona cuando se cree impune. Cuando piensa que el traicionado será rápidamente reemplazado por otro y así hasta la eternidad. Que siempre tendrá a su lado a alguien dispuesto a aplaudir sin pensar cada cosa que dice y que hace. A hincarse ante los viejos laureles que ya no son capaces de reivindicar. Pero las traiciones, a la larga o a la corta, se terminan pagando.

En la vida, en el espectáculo o en la política. Dos casos paradigmáticos se están dando de manera contemporánea.

Uno es el vicepresidente Julio Cobos, saltimbanqui por partida doble. Primero con su partido original, el radicalismo y luego con el Kirchnerismo, a quien le juró amor eterno y calificó como el mejor gobierno de la historia. Pero ante el primer síntoma de resquebrajamiento se convirtió en el chico de la película con aquel famoso voto “no positivo” –ni siquiera se atrevió a decir un no rotundo, de hombre- para ir en contra de lo que él mismo sostuvo desde el segundo cargo más importante del país.

En Munro eso se llama huir como un cobarde cuando hay que bancar la parada. Un caballo de Troya inaceptable para cualquiera. Incluso para aquellos con los que no se pueda coincidir ideológicamente. Sucede que un traidor siempre es un traidor. Del color que se lo pinte. Son una raza que lleva en su naturaleza el arte de la agachada.

Igualito que el productor. Traidor de profesión. Soberbio por tradición. Solo por elección. Su largo rosario de deslealtades los puso hoy en el final más bochornoso de su carrera. Ya nadie confía en él. Ni aquellos que aún veían reflejado en él, como en un viejo espejo, al inventor de todo y de todos.

Hoy es apenas la sombra de lo que fue y el dolor de ya no ser. Si hasta aquella caballerosidad de la que hacía gala se la tiró a los perros cuando decidió denigrar a su ex esposa, la misma que era “la mujer de su vida”.

Dos hombres que apostaron a la traición como una manera de construir poder. Al principio lograban cierta simpatía porque los que enfrentaban no eran tampoco de fiar. Pero el tiempo siempre termina logrando que las mentiras se descubran y caigan por su propio peso.

Hoy Cobos ya no es el héroe de aquella noche de la resolución sojera 125. Es un simple político con ambiciones de poder que usa la autoridad que logró junto al oficialismo para trepar sin escrúpulos al sillón de Rivadavia. Primero fue radical, después ladero de Cristina…¿qué será después?

Hoy el productor ya no es más el Padrino, esa imagen mafiosa que siempre le gustó demostrar. Es apenas un traidor que busca con desesperación una salida a su imparable decadencia.

Dos Hombres. Dos Traiciones. Un mismo final.

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